Unos meses antes de la Expo de 2010 instalaron controles de bolsos y maletas y pertenencias en general antes de todos los torniquetes del metro. Nunca han hecho análisis exhaustivos (por ejemplo se puede evadir rápidamente el control abriendo la cremallera del bolso o bien pasando rápido por el lado del controlador o bien con una mirada fija a los ojos del controlador en cuestión) de lo que uno lleva, aunque de vez en cuando, cuando se acercan festivos importantes, aparecen también soldados en el metro y obligan a que todo el mundo pase sus bolsas por rayos-X con las consiguientes colas y peleas.
En la estación de casa trabaja un controlador de pertenecias que, no sé porqué, siempre me deja pasar con una sonrisa. Cuando llego por las mañanas y él está en la entrada por la que entro, nos cruzamos las miradas, le sonrío, me sonríe y en vez de poner el brazo como barrera como hacen muchos, mueve el brazo con la mano abierta en una forma que asemeja tanto un saludo como una reverencia. A veces me dice «hello», otras «ni hao»; a veces le digo «nong hao», «ni hao» o «zao». Nunca hemos intercambiado más frases que saludos, pero el saludo se ha convertido casi en un augurio de un buen día.
He estado dos semanas viajando y por tanto hacía dos semanas que no pisaba el metro. Ayer cuando cogí el metro no estaba él en el control, sino una mujer. Hoy estaban él y una mujer. Y cuando estaba a diez metros me ha visto y me ha mirado y se le ha dibujado una sonrisa verdadera. Y yo le he visto y le he aguantado la mirada y también la sonrisa. Y con los ojos me ha dicho que se sorprendía y alegraba de verme, que se pensaba que no iba a volver. Y con los ojos le he dicho que había estado de viaje, que si me hubiera ido probablemente me hubiera despedido. Y con los ojos me ha contestado «bienvenida». Y los ojos de la mujer controladora que debía hacer cambio de turno miraban con envidia la complicidad de miradas, las sonrisas verdaderas. Y al pasar por su lado les he dicho un «ni hao» alegre mientras me acercaba hacia el torniquete y me he quedado pensando que no sé nada del controlador y que merecía tener un nombre de persona bonachona. He decidido llamarle Pepito.